La subinspectora Olga Saavedra y yo fingimos ser pareja en una fiesta organizada por un sospechoso en un chalé de Marbella.
La fiesta es, en principio, una velada más en la que mafiosos, políticos y diversos personajes de la farándula intercambiarán su visión obtusa de la sociedad. Ya es tarde cuando nos enteramos de que el evento resulta ser una especie de baile de máscaras, entendiendo baile como eufemismo de orgía.
Salimos del camuflado y llegamos a la puerta donde entregamos las pertinentes invitaciones exclusivas que nos han conseguido en la Brigada de Información. El portero nos facilita las máscaras y nos invita a pasar a unos vestuarios. Olga y yo ocultamos nuestra sorpresa para no llamar la atención. Ya protagonizamos otro teatrillo en Gran Canaria donde fingimos ser nudistas. Pero una cosa es ver sus pechos, y de refilón la entrepierna, en la playa, y otra es tenerla a mi lado con un tanga que parece una pulsera.
—Inspector, no es la primera vez.
Sonrío forzado.
Del vestuario pasamos a un fastuoso pasillo y del pasillo al salón, y lo que ocurre allí es algo similar al rodaje de Eyes Wide Shut de Kubrick, y yo me siento como Tom Cruise y considero a la inspectora como Nicole Kidman. Hay decenas de cuerpos desnudos tan solo tapados por la máscara y, en algunos casos, algo de ropa interior.
Olga me da su mano y siento la pulsión erótica. Por suerte o por desgracia yo estoy casado y tengo mis necesidades primarias más que cubiertas. Pero hoy es diferente, es como si el afrodisiaco existiera realmente y lo hubieran rociado en ese chalé.
—Aquí no vamos a encontrar a Miroslav —digo.
Se me acerca poniéndome más nervioso y dice:
—Del Olmo, si mencionas ese nombre te vas a quedar sin eso que te cuelga entre las piernas —Señala a dos vigilantes apostados en una de las estancias.
No sentamos en un sillón, apartados de la vorágine sexual que allí acontece.
—Deberíamos irnos.
—No tan deprisa, llamaremos la atención. Disfruta del momento.
Me pone una mano encima de la pierna y me provoca una erección que no puedo controlar.
—Como digas algo se burlarán de mí hasta el día que me jubile.
—A lo mejor se ríen de mí también —me susurra y me fijo en sus pechos, cuyos pezones apuntan al frente, recios, duros y apetecibles.
¿Sugiere que está excitada?
Se acerca una pareja digna de portada de cualquier revista X. Olga, tan atrevida minutos antes, se hace un ovillo sobre mí como suplicando ayuda. Sentir su anatomía, su piel, su aliento tan cerca me perturba. Por fortuna, la pareja entiende nuestro lenguaje corporal y se va.
No podemos seguir allí en esas condiciones. Nos vamos cuando apenas ha transcurrido media hora, avergonzados; el gorila de la puerta, en lugar de reírse, nos cuenta que no somos los únicos que han huido.
Ninguno de los dos hablamos en el camino hasta el hotel. Antes de despedirnos la pregunto si quiere cenar algo, pero ella rehúsa.
Cuando llego a la habitación siento una necesidad apremiante de una ducha, no sé si fría o caliente. Me desnudo y al momento llaman a la puerta. Me pongo el albornoz y me acerco a abrir.
—¿Quién es?
—Saavedra.
Abro y veo a Olga como no la había visto nunca: con el escotado vestido verde resplandece como Kim Novak en Vértigo.
Le doy la mano y la acepta, tiro de ella hacia mí y la beso. Ella me abraza y me agarra de la nuca y mis labios y mi lengua se funden con los suyos. La desnudo de forma torpe, provocando sus risas. Ella solo tiene que deslizar mi albornoz hacia atrás para encontrarse con mi piel. Me besa en el cuello y en el pecho y el abdomen y, cuando empieza a bajar, la tomo de la barbilla y la miro preguntando si es eso lo que quiere. No responde y lo siguiente es devorarnos el uno al otro por turnos. Hasta que me pide que pare.
—Fóllame.
Me dan ganas de decirle «a la orden», pero recuerdo que yo soy el que ostenta un rango superior.
La penetro, primero con suavidad, después con fuerza. Me muerde, me besa, me araña la espalda.
—¡Del Olmo, Del Olmo! —grita.
Cuando estamos en el mejor momento, al borde del orgasmo, alguien me zarandea el brazo y me pregunto si hemos dejado la puerta abierta y estamos dando un espectáculo al personal.
—¡Del Olmo, Del Olmo! ¡Espabila!
Cuando reacciono, me doy cuenta de que me estoy fijando en el escote de la subinspectora, muy generoso, por cierto, y de que estamos en el camuflado delante del chalé donde se celebra la fiesta.
—Ahí sale Miroslav.
Le pido disculpas por estar en babia y la subinspectora arranca.
Por suerte no se ha fijado en mi erección.
O quizá sí.

Si te gustan las historia de Saavedra y Del Olmo, el 5 Mayo se publica su nueva novela. La sangre naranja. Puedes reservarla a un precio exclusivo aquí:
Oooooh!!! Del Olmo ha tenido un momento de verdadero apuro… ¿ O quizás no? 🤭
Se presenta fuerte Sangre Naranja.
Expectante por leerla😊
jaja, quién sabe, quién sabe…
Pensé que ambos tenían sexo ; aunque no estaba convencida del todo, pues se encontraban en misión de vigilancia, en el cumplimiento del deber y las órdenes recibidas, no es propio despistarse en una operación policial aunque estén muy metidos en el papel del disimulo y del ambiente circundante.
La escena en el chalet y esa pulsión erótica de una orgía exclusiva con máscaras al estilo de la película de Kubrick, es muy real ; induce al lector a pensar que lo relatado con ambos es muy cierto.
No obstante Del Olmo y Saavedra son profesionales y conscientes de su trabajo.
¡Qué contradicción!
Casi ,casi me lo creo
Del Olmo ha sentido oníricamente esa atracción sexual hacia su compañera ; ese “sueño”, tan vívido para él, ha acabado abruptamente ,zarandeado por el deber.
Las vigilancias son pesadas, un pequeño “desliz” sin más consecuencias.
Al menos Saavedra estaba bien despierta y centrada . ¡Bien por ella!
Estupendo relato para abrir boca; deseando más.
Mil gracias.
Joder Sonsoles, qué comentario más increíble y acertado. Mil gracias a ti, por favor…
Felicidades por tu relato! Tal y como lo leía me creí totalmente que era cierto lo que estaba pensado entre ellos… Y resulta que no
Con muchas ganas de leer tu nuevo libro ☺️
Tan real parecía que……tenía que ser un sueño, por desgracia!!
Esta pareja tienen que acabar así algún día……espero.
La verdad es que solo de imaginarlo yo también he sufrido lo mismo que Del Olmo en la fiesta del chalet, y es que los hombres no podemos disimular mucho.
Habrá más momentos como este en La sangre naranja???
Jajaj, que comentario más bueno, Ramón. ¿Te acuerdas de la serie Luz de luna? O de Remington Steele?