Sábado por la tarde, hora punta en el centro comercial. Mariana camina con sus dos hijos que llevan sendos helados en las manos. Por fin les ve sonreír después de mucho tiempo. Mucho tiempo de gritos, peleas y golpes.
Están tan felices que no han advertido la algarabía a sus espaldas. Decenas de personas corren despavoridas en todas direcciones. Entonces Mariana escucha los primeros disparos. Gira lentamente su cabeza y ve, a lo lejos, una figura humana que podría ser él.
Está disparando a discreción a todo el que se le cruza. Varios cuerpos caen abatidos a su lado. Cuando cree reconocerla sentada en un banco del centro comercial junto a sus dos hijos, se cruzan sus miradas.
Ambos saben lo que va a ocurrir.
Ella ya no tiene tiempo de huir llevándose a las criaturas que han dejado de comer helado para mirar cómo su padre asesina gente. El padre, llega hasta ellos. Mira a los chiquillos que no entienden, o al menos eso parece, lo que ocurre. Mira a Mariana. Ella les tapa los ojos a esos niños, que ya no serán niños nunca más, y cierra los suyos esperando lo peor.
El padre dispara, pero no se oye ningún ruido. Vuelve a hacerlo y nada. Mariana abre los ojos. La pistola parece no tener más balas. Entonces el padre grita y busca en sus bolsillos. Mariana reacciona y se abalanza sobre él gritando y pidiendo ayuda.
Un guarda de seguridad y otra mujer acuden y consiguen reducir al padre. El guarda le pone las esposas y le sienta en el banco mientras llama la policía.
—¿Y la pistola? —pregunta el vigilante.
Mariana y la otra mujer se encogen de hombros.
—Roberto, Jorge, venid aquí, por favor —grita Mariana a sus hijos, que se habían desperdigado.
Jorge, el mayor, se acerca al padre.
—Papá, ¿estabas jugando a las películas de disparos, no? —Él, desde el suelo, lo mira con lágrimas en los ojos—. Creo que he arreglado tu pistola —Jorge, que ha cogido el arma, la muestra.
El vigilante y la madre se levantan, asustados. El padre responde:
—Hijo, ya nada importa.
El niño le dispara a bocajarro.
—Sí que importa, papá —sentencia el pequeño.
Izaskun says
Wow!!! Buenísimo, que agonía hasta el final! Y el final una pasada,me ha encantado!
gzescribano says
Me alegro mucho, Izaskun, gracias por leerlo.
Volvoreta says
Un relato muy real. Buen final. Sin entrar en debates psicológicos, más de una vez tendría que acabar el maltratador así.
gzescribano says
Nunca a manos de un niño. Gracias por pasarte.
Miquel says
Buen relato breve…Felicidades!!!
gzescribano says
Gracias.
Rebeca says
Buff…. Corto, pero intenso…
Me ha gustado.
gzescribano says
Gracias, Rebeca, me alegro de que te guste.
Celia says
Las frases cortas y directas, además de que es muy visual, hacen que te enganche fácilmente. Muy duro, pero desgraciadamente, muy real.
gzescribano says
Mil gracias por tus palabras.
Gonzalo says
Lo que se llama una interrupción en el arma…¿casualidad o intervención con divina?
El niño de la misma manera soluciona la misma y la justicia se abre paso de la mejor forma posible.
Porque los malos deben perder siempre,eso también importa.
Me gustó tu relato,corto y al pie.
Un desenlace original.
gzescribano says
Gracias por leerlo y comentarlo, Gonzalo.
Angels Aguilera Lopez says
Impresionante!!! Increíble como consigues poner los pelos de punta y q dejemos de respirar esperando lo inevitable. 😱 El final muy duro. Ningún niño debería pasar por eso.
Buen relato👏👏👏
gzescribano says
Gracias, Angels. Tus comentarios me sacan los colores, siempre.
Usera says
Me ha encantado .Me he sentido nerviosa ,angustiada,aliviada y finalmente asombrada , feliz ,y a la vez triste .En sólo unas líneas. Perfecto.
gzescribano says
Muchas gracias, Paula, me alegro de que te guste.
Cristina says
¡Qué tensión!
Muy buen relato, creo que se han transmitido todas las emociones que querías plasmar y he aguantado el aliento hasta la última línea.