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Zarzo Escribano

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Relatos de misterio de Zarzo Escribano

¿Te gustan los relatos?

¿Los relatos de misterio?

En esta categoría vas a encontrar muchos de los relatos que escrito, todos con un toque negro, policial, o de misterio en general.

Hay algunos de libre lectura, y los demás puedes leerlos si te apuntas a la web en el siguiente enlace:

https://gzescribano.com/cadena-de-seguridad/

Gracias por leerme.

No lo sabía

septiembre 16, 2023 by gzescribano 16 Comments

Elisa no sabía que la iban a asesinar. Bajó hasta el garaje buscando su coche, como cada día, y cuando metió la llave en la cerradura sintió una mano en el hombro.

 

Yo no sabía que me iban a asesinar. Me desperté más temprano de lo habitual porque tuve una pesadilla en la que alguien me perseguía. Bajé, como cada mañana, al garaje para coger mi viejo Seat Panda y antes de abrir la puerta noté que alguien me tocaba la espalda.

 

Yo no sabía que iba a asesinarla. Solo quería tocarla. Cada día caminaba por el garaje, tan elegante, con sus vestidos o faldas. Se contoneaba como si tuviera derecho a poner cachondo a cualquiera que la mira y eso no acarreara consecuencias. Yo la observaba desde mi garita de vigilante del parking. Toqué su hombro desnudo justo antes de meterse en el coche. 

 

Se asustó, todavía era de noche y no esperaba una mano tocándola. Aquella mano fuerte, áspera y, sobre todo, ajena, no presagiaba nada bueno. Gritó y entonces él tapó su boca con fuerza y la empotró contra el coche. 

 

Me di un golpe contra la parte superior del coche y me quedé un poco aturdida. No fui consciente de que alguien me estaba intentando violar hasta que noté cómo la mano que antes me tocaba la espalda se coló por debajo de mi falda y me arrancó las bragas como el que arranca una mora de un zarzal en agosto. 

 

Mentiría si dijera que no me gustó el calor de su entrepierna, no es que yo haya tocado muchos coños en mi vida. Y es que el de ella se sentía tan apetecible. Cuando se dio cuenta de lo que pasaba intentó gritar de nuevo, así que tuve que agarrarla de la cabeza y golpearla con fuerza contra su viejo coche. Una vez, dos, hasta que entendió que era mejor no gritar. Aunque quizá se quedó inconsciente. 

 

Perdió la consciencia tras el segundo golpe contra la chapa de su Panda, al que le hizo una abolladura y dejó una levísima mancha de sangre. ¡Qué disgusto se iba a llevar su padre cuando viera lo que habían hecho con su viejo Seat! El vigilante del garaje ya tenía vía libre para profanar el cuerpo de Elisa, a la que tanto había deseado durante meses, pero que nunca se había dignado ni a mirar a los ojos. ¿Timidez? ¿Cobardía?

 

Yo no soy un cobarde. Un cobarde nunca se atrevería a hacer esto por miedo a que le pillen. Un cobarde solo se masturba fantaseando con que viola a una mujer, pero nunca se atreve. Y yo sí lo estaba haciendo. Y me sentía tan bien que no tardé ni dos minutos en correrme. 

 

Recuperé la consciencia y escuché un gruñido a mi espalda. También noté algo entre mis piernas que me costó descifrar. ¿Sería esto una continuación de la pesadilla que había tenido esa misma noche? No, no lo era. Alguien me estaba violando y, por el terrible dolor que noté en la frente, debió de haberme golpeado fuerte. Después del gruñido el tipo se relajó y entendí que ese sería mi momento.

 

Elisa, en un alarde de valentía, empujó al vigilante y consiguió zafarse de él. Este, con la polla fuera y desconcertado por el arrebato de la mujer, se recompuso y fue en su búsqueda. El garage estaba oscuro, y él se lo conocía como un ciego conoce el camino a la panadería. 

 

La muy estúpida se pensaba que se iba a escapar. Podía haberse librado, pero tuvo que joderme. Me la encontré gritando en el suelo, se había tropezado con la cadena que le abro todas las mañanas para que salga del garaje. Mira que no acordarse…

 

Sentí la cadena alrededor del cuello. La misma cadena que cada mañana me abría el vigilante que ahora me estaba estrangulando; mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y me di cuenta de que era él.

 

Elisa no pudo contarlo, el vigilante repitió con otra mujer al cabo de los meses. Un modus operandi tan idéntico no pasó inadvertido para el inspector Del Olmo y la subinspectora Saaavedra, , que fue la que tocó la puerta de la garita del vigilante del parking casi un año después de que Elisa se dio cuenta de que la iban a asesinar. 

 

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El farol de pompeya

julio 30, 2023 by gzescribano 11 Comments

—¡Mi mujer, se la ha llevado el volcán!

Atilio Cano, cincuentón, grande y pálido como la luna, pronunció estas palabras en el puesto de la Guardia Civil de El paso.

Los compañeros confirmaron la gravedad de su estado: el cuerpo lleno de magulladuras y quemaduras. Él y su mujer, Amalia Zurita, estaban por la zona el día de la erupción.

—Queríamos estar lo más cerca posible cuando el volcán erupcionara, ya se lo he repetido más de veinte veces a sus compañeros —dijo Atilio cuando le entrevisté.

—Me hago cargo —dije—. Pero como inspector responsable del caso debo tomarle declaración otra vez. 

Atilio contó que a su mujer le encantaban los volcanes desde la erupción submarina en El Hierro, donde pasaban unas vacaciones cuando ocurrió. También viajaron a Islandia y al Etna. En cuanto se enteraron de la elevada actividad sísmica en La Palma no tardaron en volar hasta a la Isla bonita. El día de la erupción hacían senderismo, cámara en mano, buscando tomar la mejor foto y vivir la experiencia en primera línea. Tan en primera fila que una roca golpeó a Amalia y Atilio también resultó herido. Le fue imposible asistirla y tuvo que huir, y se vio obligado a dejar a su mujer allí tirada a merced de la lava.

Esta fue su declaración, que concordaba punto por punto con las tres anteriores. Todo parecía una imprudencia de dos aficionados a los volcanes.

 

Pero unos días antes de entrevistar a Atilio, Olga, mi compañera, puso en duda su versión de los hechos.

 

—Inspector Del Olmo —dijo Olga—. La declaración de Ricardo, el hijo de la fallecida, confirma los viajes, pero no sabe nada de la afición de su madre por volcanes.

—No todos los hijos saben todo de sus madres —dije—. Y de sus padrastros menos.

—Bueno, hay más.

Dejó una carpeta sobre mi escritorio con un informe del portátil del viudo que habían sacado los informáticos forenses.

—¿Qué significa esto, subinspectora? —pregunté— La gente busca información de volcanes y de cualquier cosa en Internet, ¿no?.

—¿Lo has leído entero?

Negué y, gruñendo, volví a repasarlo.

—¡Hostia!

Me miró sonriente.

—Me divierte cuando abres tanto esos ojos enanos, parecen más grises todavía —dijo.

Olga era tan alta que siempre bromeábamos sobre que su talento para fijarse en los detalles se debía a que lo observaba todo desde las alturas.

 

—Atilio, disculpe —dije—, pero…¿por qué no hay fotos de ustedes en el volcán de Islandia ni en el Etna?

Tosió y se miró las manos.

—Sí que las hay. ¿Por qué?

—Hemos investigado sus redes sociales y su ordenador, y no hemos encontrado imágenes de volcanes. También hay un testigo que afirma que su mujer nunca habló de ello.

—¿Quién es ese testigo? Ah, ya, Ricardo… —Sonrió con malicia y se encogió de hombros—. Así que Ricardito me hace quedar como un mentiroso, ¿no? O algo peor —Se produjo un breve silencio—. Deberían mirar mejor en mi ordenador, encontrarán más fotos, incluso fotos que un hijo no debería ver.

—Sí, también las hemos visto —repliqué—. Hablando de fotos…

Le dejé sobre la mesa las que le hicieron el día de la erupción, sus quemaduras, heridas, y el informe del médico que le atendió. Le enseñé una frase subrayada con rotulador fluorescente.

Cuando la leyó volvió a toser, más fuerte.

—¿Tiene algo que decir, Atilio?

Me miró desafiante.

—¿Estoy arrestado, inspector?

Las palabras del informe rezaban: «lesiones incompatibles con quemaduras por lava». 

—No, de momento —dije.

—Entonces, con su permiso…

Atilio se levantó de la silla.

—No se marche todavía, por favor.

Le interrogamos durante más de dos horas. Presionándolo, tratando de intimidarlo, pero no hubo manera. En aquella situación no podíamos hacer mucho más, solo teníamos indicios, no podía detenerle.

Cuando parecía que debíamos poner en libertad a ese hombre, me dirigí hasta la ventana. Allí estaba el volcán. Llevaba una semana sin vomitar magma de las entrañas de nuestro planeta.  

Miré a los ojos a Atilio, que no me rehuyó la mirada.

—Usted que sabe tanto de volcanes sabrá que en Pompeya se encontraron cadáveres muy bien conservados, ¿verdad? —dije—. Hoy en día la antropología forense ha avanzado tanto que no sería difícil encontrar restos de violencia en un cuerpo sepultado bajo la lava—. Era un farol, pero tenía que jugármela sí o sí.

Agachó la cabeza. Tosió tan fuerte le produjo una arcada. Las lágrimas del cobarde vinieron después. 

Volví a mirar al volcán; los habitantes de La Palma ya podrían descansar tranquilos.

Y, quizá, Amalia y su familia también.

 

 

 

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Protegido: El control del latido

julio 16, 2023 by gzescribano 41 Comments

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Protegido: El mar en su mirada

julio 8, 2023 by gzescribano 21 Comments

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Ella y él

junio 17, 2023 by gzescribano Leave a Comment

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EXT.​​ TERRAZA​​ ÁTICO​​ -​​ DÍA

Lourdes​​ coloca​​ minuciosamente​​ la​​ mesa:​​ dos​​ platos,​​ dos​​ tenedores,​​ dos​​ cuchillos​​ y​​ dos​​ copas​​ de​​ vino.​​ Mira​​ hacia​​ el​​ interior​​ de​​ la​​ casa,​​ comprueba​​ que​​ nadie​​ la​​ observa.​​ 

Entonces​​ machaca​​ varias​​ pastillas​​ y​​ las​​ echa​​ en​​ la​​ copa​​ de​​ de​​ vino.​​ Lo​​ diluye.​​ 

INT.​​ DORMITORIO​​ -​​ DÍA

Lourdes​​ coloca​​ ropa​​ masculina​​ sobre​​ la​​ cama.​​ Una​​ americana​​ azul,​​ una​​ camisa​​ blanca,​​ una​​ corbata​​ y​​ unos​​ pantalones.​​ También​​ deja​​ unos​​ zapatos​​ de​​ hombre.​​ 

LOURDES

Aquí​​ te​​ dejo​​ tus​​ zapatos​​ favoritos.

MARIDO​​ (V.O)

Mis​​ zapatos​​ favoritos,​​ mis​​ zapatos​​ favoritos.​​ Esos​​ son​​ tus​​ zapatos​​ favoritos,​​ no​​ los​​ míos.

CORTE

Lourdes​​ se​​ termina​​ de​​ arreglar​​ frente​​ al​​ espejo.

LOURDES

No​​ seas​​ cascarrabias​​ y​​ vístete.

Unos​​ pies​​ se​​ ponen​​ unos​​ calcetines​​ y​​ se​​ calzan​​ los​​ zapatos.

MARIDO​​ (V.O)

A​​ ver​​ a​​ qué​​ viene​​ arreglarse​​ tanto​​ si​​ vamos​​ a​​ comer​​ en​​ casa.

Lourdes​​ se​​ termina​​ de​​ vestir.

LOURDES

Por​​ favor,​​ no​​ me​​ la​​ montes​​ otra​​ vez.​​ Es​​ una​​ comida​​ especial.​​ Voy​​ a​​ maquillarme

Lourdes​​ sale​​ de​​ la​​ habitación.​​ Una​​ chaqueta​​ se​​ pone​​ sobre​​ el​​ cuerpo​​ del​​ marido.

INT.​​ CUARTO​​ DE​​ BAÑO​​ -​​ DÍA

Lourdes​​ se​​ maquilla

MARIDO​​ ((V.O)DESDE​​ LA​​ HABITACIÓN)

Esta​​ chaqueta​​ es​​ horrorosa,​​ ¿por​​ qué​​ me​​ tengo​​ que​​ vestir​​ siempre​​ como​​ tú​​ quieres?​​ Siempre​​ has​​ tenido​​ mal​​ gusto.

A​​ Lourdes​​ se​​ le​​ corre​​ el​​ lápiz​​ de​​ ojos.​​ Sus​​ labios​​ se​​ curvan​​ hacia​​ abajo,​​ cierra​​ los​​ ojos,​​ triste.​​ Recoge​​ las​​ cosas​​ de​​ maquillaje​​ y​​ se​​ marcha​​ a​​ la​​ habitación.

INT.​​ DORMITORIO​​ -​​ DÍA

Lourdes​​ se​​ sienta​​ en​​ la​​ cama.

LOURDES

Yo​​ solo​​ quiero​​ que​​ comamos​​ como​​ una​​ pareja​​ normal.​​ Como​​ una​​ pareja​​ feliz...

Lourdes​​ se​​ lleva​​ las​​ manos​​ a​​ la​​ cara

MARIDO​​ (V.O)

Nosotros​​ no​​ hemos​​ sido​​ normales​​ en​​ la​​ puta​​ vida.​​ Mírate,​​ si​​ no​​ eres​​ más​​ que​​ un​​ despojo.

Lourdes​​ levanta​​ la​​ mirada.

El​​ marido​​ se​​ termina​​ de​​ ajustar​​ la​​ corbata​​ frente​​ al​​ espejo.

MARIDO/LOURDES

Me​​ vas​​ a​​ matar​​ de​​ un​​ infarto​​ con​​ tanto​​ estrés​​ de​​ cenas​​ y​​ comidas​​ y​​ mierdas​​ tuyas​​ para​​ ser​​ felices.​​ 

Lourdes,​​ arreglada​​ con​​ ropa​​ de​​ hombre,​​ habla​​ frente​​ al​​ espejo​​ del​​ dormitorio.​​ 

Lourdes​​ sentaba​​ en​​ la​​ cama,​​ sola​​ y​​ hundida,​​ se​​ tapa​​ la​​ cara​​ y​​ recuerda​​ las​​ palabras​​ de​​ su​​ otro​​ yo:​​ 

MARIDO/LOURDES​​ (VOZ​​ EN​​ OFF)

...me​​ vas​​ a​​ matar​​ de​​ un​​ infarto...

Lourdes​​ sale​​ de​​ la​​ habitación

EXT.​​ TERRAZA​​ ÁTICO​​ -​​ DÍA

Lourdes​​ llega​​ a​​ la​​ terraza.​​ Toma​​ la​​ copa​​ donde​​ ha​​ echado​​ las ​​​​ pastillas.​​ Recuerda​​ las​​ mismas​​ palabras.​​ 

MARIDO/LOURDES​​ (VOZ​​ EN​​ OFF)

...me​​ vas​​ a​​ matar​​ de​​ un​​ infarto...

Se​​ acerca​​ la​​ copa​​ a​​ la​​ boca.​​ 

 

FIN

 

 

 

 

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Protegido: Héroe o criminal

junio 4, 2023 by gzescribano 8 Comments

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